El Economista
Abril - Mayo 2017
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empleo formal, y aunque esto
ha mejorado sustancialmente
en los últimos años, si el ritmo
sigue a ese paso, para que exista
una paridad real de participa-
ción e ingresos lasmujeres ten-
drán que esperar, al menos,
unos 70 años más, consigna la
Organización Internacional del
Trabajo (OIT).
Según el Estado de la Región
la participación femenina en
promedio para Centroamérica
ha pasado de un 25 % en los
años noventa a un 40 % en la
actualidad.
Lapuntadel iceberg
La compensaciónpor unmismo
trabajo diferenciada entre mu-
jeres y hombres parte de prin-
cipios culturales, explica Hum-
berto Sorto, responsable de la
Unidad de Desarrollo Social de
la Sede Subregional en México
de la Cepal.
“La parte más estructural
tiene que ver mucho con lo
cultural que se asocia que las
mujeres tienden a tener un rol
más en las labores de cuidado, de
atención doméstica”, comenta.
Esto se ve manifestado por un
lado en que al tener marcado este
rol no pueden acceder en igualdad
de condiciones a la educación. Y
por otro lado, una vez rompen las
barreras e ingresan al sector la-
boral lo hacen en circunstancias
menos favorables que los hombres
porque no tienen la misma ca-
pacitación y porque siguen de-
sempeñando el rol doméstico,
agrega.
Asimismo, si la mujer que in-
gresa al mercado laboral con una
preparación mayor, intervienen
dos factores: lo hacen en sectores
de ingresos precarios, es decir, en
el sector primario, lo que de facto
limita sus ingresos ante los de los
hombres. Y dos, que de hacerlo a
un sector económico de mayores
ingresos no tiene el acceso a todos
los cargos pese a su capacitación.
Eso significa, salir perdiendo a
pesar de tener todas las de ganar.
En El Salvador un informe de
Organización de Mujeres Salva-
doreñas por la Paz (ORMUSA),
presentado en 2013, detallaba que
según la categoría ocupacional, las
mujeres se insertan al mercado
laboral especialmente en calidad
de cuenta propia y asalariadas per-
manentes, seguido por servicios
domésticos.
El peso cultural es innegable pa-
ra Centroamérica y el resto del
mundo; a la mujer se le sigue asig-
nando el cuido doméstico en el
hogar, del cuido de niños, enfermos
o ancianos y afecta para muchas
empresas su contratación por los
permisos o licencias que requerirá a
la hora de la maternidad.
Para AlbertoMora, coordinador
del informe del Estado de la Re-
gión, este patrón cultural desde
luego nada tiene que ver con la
capacidad de la mujer, tampoco
está relacionado con la produc-
tividad, porque no hay ningún in-
dicador o estudio que compruebe
que las mujeres son menos pro-
ductivas que los hombres a partir
de la maternidad.
“Definitivamente que no, in-
cluso si partiéramos de las con-
diciones que las mujeres en pro-
medio tienen para incorporarse en
el mercado laboral... en general las
mujeres tienden a tener mejores
condiciones de preparación para la
inserción porque tienen un nivel
educativo mayor que los hom-
bres”, señala Mora.