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millones a escala regional, casi el cuá-
druple que el ingreso de las remesas el
año 2000.
Entre 2000 y 2008, los envíos en-
gordaban a un ritmo de 19.2% anual.
Guatemala y Honduras se sumaron al
club de las “remesas multimillonarias”
que fundó El Salvador en la década de
los noventa.
Estados Unidos había logrado su-
perar la crisis de las Puntocom y con-
troló la tasa de desempleo, desde el 6%
hasta 4.6%.
Todo cambió en 2007, con el inicio
de la crisis inmobiliaria de las hi-
potecas de alto riesgo, que impactó en
las finanzas de miles de inmigrantes.
Este descalabro se trasladó al sistema
financiero cuando en septiembre de
2008 quebró el banco de inversión
Lehman Brothers.
A partir de la bancarrota del tercer
mayor banco de EUA, la economía
estadounidense destruyó 5.6 millones
de empleos en tan solo un año, según
estimaciones del Departamento de Tra-
bajo de ese país.
El 20% de los despedidos fueron
inmigrantes latinoamericanos, que vi-
vieron su drama de “staff cutbacks”, en
medio de voces anglosajonas como
“credit crunch” y “bailouts”.
La desdicha se vivió con otras pa-
labras en los hogares que recibían
remesas, estas cayeron -10% y el im-
pacto llegó, a su vez, a las economías
de los países más dependientes, Hon-
duras y El Salvador, donde los envíos
de dinero representaban más del 20%
y 18% del Producto Interno Bruto
(PIB), respectivamente.
Para colmo, los migrantes no solo
tienen que lidiar con la crisis sino con
una política antiinmigración cada vez
más agresiva en suelo estadounidense.
Mientras en 2005 las deportacio-
nes de centroamericanos superaron
los 40,000, entre 2007 y 2010 re-
basaron un promedio de 78,700, en
cifras de la Oficina de Estadísticas de
Inmigración del Departamento de Se-
guridad Nacional de Estados Unidos
calculadas en años fiscales, que fi-
nalizan en septiembre.
Hoy por hoy, la recuperación de las
remesas camina
lentamente. Y a
menos que ocurra
un milagro, no pa-
reciera que de la
noche a la mañana
Centroamérica
vuelva a pastar en
los fértiles terre-
nos de los dólares
nostálgicos.
“En monto todavía no nos hemos
recuperado, estamos por debajo de la
crisis. Esto indiscutiblemente está li-
gado a la situación de desempleo en
Estados Unidos, la población hispana es
más vulnerable”, dice Carlos Orellana
Merlos, gerente de la sección de Eco-
nomía Internacional de la Fundación
Salvadoreña para el Desarrollo Eco-
nómico y Social (Fusades).
Sin embargo, a Orellana Merlos no le
extrañaría un repunte coyuntural en los
próximos meses, propio de dos factores:
la ayuda solidaria por las lluvias de la
depresión tropical 12E y la temporada
de Navidad y Año Nuevo.
“Es posible que veamos próxima-
mente un cierto repunte de las remesas,
porque los salvadoreños son bien so-
lidarios. Cuando sucede un desastre
natural suelen enviar un poco más”,
apunta.
¿Podrían extinguirse las remesas?
De ninguna manera, plantea Carlos
González Arévalo, analista de la Aso-
ciación de Investigación y Estudios So-
ciales (ASIES), de Guatemala.
“Las remesas sí semantendrán, no se
van a anular, pero podría impedir que
vuelvan a tomar el ritmo de crecimiento
que traían anteriormente”, reflexiona el
guatemalteco.
Todo se amarra al comportamiento
de la economía estadounidense, que a su
vez está a la expectativa del rumbo que
tome Europa.
“Puede ser que ha-
ya algún golpe secun-
dario en términos de
remesas familiares si
la economía de Es-
tados Unidos, que
también dependemu-
cho de su comercio
con Europa, se viera afectada, en un
escenario hipotético”, agrega el analista
guatemalteco.
El panorama laboral en ese país es de
cal y arena. Por un lado, el desempleo
hispano descendió en 1.2% a octubre,
pero desde el segundo semestre se
mueve en una banda que oscila entre
11.3% y 11.6%.
La tasa de desempleo total se redujo
a 9% en octubre, un avance todavía
insatisfactorio, debido a que los em-
pleados estadounidenses están comen-
zando a experimentar un nuevo revés:
la ayuda de seguros para el desempleo
está llegando a su final.
El Departamento de Trabajo estima
que en octubre del año pasado 4.3
millones de despedidos recibían ayuda
gubernamental para mitigar la deso-
cupación. A inicios de noviembre de
2011, solamente 3.6 millones conti-
nuaban recibiendo los cheques.
Al cierre de esta nota, Estados Uni-
dos debatía si prolongar o no el subsidio
por desempleo.
En caso de prórroga, el Gobierno
agregaría una nueva presión fiscal sobre
su ya atribulada carga, en un contexto
duro, pues el Congreso busca reducir
$1.2 billones del presupuesto 2012.
El recorte es un compromiso que
mantiene a flote la confianza de los
mercados en Estados Unidos y sal-
vaguarda la calificación de deuda AAA
que aún conserva con Fitch Ratings y
Moody’s.
Pero si finalizan, el otro lado de la
moneda también parece oscuro. Ade-
más de un aumento de la pobreza, la
disminución de la capacidad adqui-
sitiva de millones de desempleados
podría golpear el consumo, el ver-
dadero motor de la economía es-
tadounidense, analiza por su lado
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