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El Economista
Septiembre - Octubre 2017
Untechonuevoes
soloel comienzo
La organizaciónTECHOconti-
núa evolucionando en su labor
social ybusca tenermás inci-
dencia en las políticas estatales
dedesarrollopara la población
en condiciones de pobreza.
POR:
LEONELIBARRA
ELSALVADOR
H
ace 20 años, luego de
realizar su servicio so-
cial en la empobrecida
ciudad de Curanilahue,
un grupo de estudiantes
chilenos de ingeniería construyen por
iniciativa propia una pequeña capilla
que de no ser por la cruz en el techo,
nadie la hubiera diferenciado de un
sencillo cajón de madera y lámina. Un
sacerdote jesuita que los acompañó en
la construcción los anima a replicar esa
sencilla construcción para proveer de
soluciones habitacionales temporales a
familias pobres. Ese fue el comienzo de
un movimiento que hoy tiene presencia
en 19 países, ha construido 114,487
viviendas temporales, ha movilizado un
millón de voluntarios y brinda capa-
citaciones a jóvenes.
Ignacio Cruz, director ejecutivo de
TECHO Latinoamérica, explica que a lo
largo del tiempo se ha dado el fenómeno
en una vez que los jóvenes voluntarios
conocen las condiciones de vida de las
personas, comprenden que hacerles una
casa de 18 m² no es su ciente y se fue
formando un modelo de intervención
con apoyo comunitario para superar la
condición de pobreza de manera permanente.
Ahora, la organización busca seguir evolucionando y trabaja
en un plan a largo plazo para tener mayor incidencia en las
políticas de combate a la pobreza.
“Necesitamos involucrar a más actores de la sociedad para
solucionar los asentamientos informales, eso signi ca que
debemos tener un tamaño su ciente, demostrar que nuestro
programa de intervención es e caz y con eso in uir más en las
políticas públicas”, expresa Cruz.
Para saber el impacto de los programas implementados por
TECHO, el Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab (J-PAL), una
red mundial de profesores que usan evaluaciones aleatorias para
la superación de la pobreza, estudió durante varios meses a
cientos de familias en México, El Salvador y Uruguay be-
ne ciadas. Los resultados (presentados en junio pasado) indican
que el impacto más relevante se observó en la percepción de los
encuestados sobre sí mismos y sus familias una vez construido
el módulo de vivienda transitoria.
La satisfacción con la calidad de vida de este grupo tuvo una
variación positiva en 21.1 % en El Salvador, un 41.7 % más que
quienes no participaron en el programa en su fase inicial.
En este país se suma un aumento en la percepción de
seguridad. Al preguntar si las familias se sienten más seguras
dejando la casa sola, la percepción aumentó, indican los
hallazgos. El Salvador es un caso especial porque fue el primer
país al que llegó TECHO luego de los terremotos de 2001.
Carmen Aída Lazo, presidenta de la junta directiva de
TECHO El Salvador, ve con preocupación que en los últimos
años es más difícil reducir la pobreza por diferentes factores:
“Los niveles de educación básica y de acceso a servicios de
salud son bajos para crear las condiciones sociales que
permitan una reducción más acelerada de las tasas de pobreza.
Creemos que este país saldrá adelante cuando haya más
oportunidades, más inversión en etapas de la vida de las
personas que la de nen”.
Los directivos reconocen que es un gran reto ganar mayor
incidencia política por el hecho que son una organización de
jóvenes voluntarios; sin embargo, confían en que los logros
alcanzados sean una base para edi car techos más altos.
MACRO
COMBATEA
LAPOBREZA
Los jóvenes voluntarios trabajan junto a las comunidades para edificar las viviendas temporales y atender otras necesidades.
EL ECONOMISTA/CORTESÍA
“Debemos
tener un
tamaño
suficiente,
demostrar
que nuestro
programa de
intervención
es e‰caz y
coneso
inŒuirmás en
las políticas
públicas”.
IGNACIOCRUZ,
director ejecutivo de
TECHOLatinoamérica
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