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Marzo - Abril 2012
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1 de marzo de 2011, a las 14:46
(hora local) un terremoto de
magnitud 8.9 grados, seguido de
un tsunami han sacudido y des-
truido la costa noreste de Japón.
A su paso, las olas de hasta 10 metros
provocadas por el tsunami han dañado la
central nuclear de Fukushima Daichii.
La avería es tan severa que esa misma
noche se registra, en uno de los seis
reactores que componen la planta, ni-
veles de radioactividad 1,000 veces su-
periores a lo normal.
Mientras el mundo asiste por medio
de la televisión y del internet a los
esfuerzos de las autoridades por contener
la catástrofe, el debate sobre la con-
veniencia o no de continuar generando
energía a partir de esa fuente se abre paso
entre los pasillos y los despachos de
diferentes gobiernos del mundo.
Una polémica que encuentra ante-
cedentes en dos accidentes de similares
características que también habían sa-
cudido las conciencias y puesto en pers-
pectiva los peligros de las plantas nu-
cleares: Three Mile Island, en Estados
Unidos, en 1979, y Chernobyl, en la ex
Unión Soviética, en 1986.
Bajo la creciente presión de sus ciu-
dadanos y de la opinión pública, varios
gobiernos se apresuran a anunciar me-
didas tendientes a modificar su gene-
ración energética.
Alemania, que ya llevaba camino re-
corrido en tecnologías de producción
más limpias, en la investigación de ener-
gías amigables con el medio ambiente y
en la elaboración de una nueva política
energética, apresura decisiones y anun-
cia algunas de las medidas más osadas de
Europa: la eliminación gradual de sus 16
centrales nucleares activas en un pe-
ríodo que se extendería hasta 2022.
En un afán por demostrar que el plan
va en serio, sumadas a una planta que ya
estaba en desuso, el Gobierno decide
clausurar otras siete durante 2011. Las
nueve restantes serían sacadas de uso,
según el calendario, hasta el año pre-
viamente citado.
A pesar de lo aparentemente riesgoso
de la movida, las autoridades consideran
que los cierres operados a lo largo del año
pasado no tendrán una consecuencia de-
sestabilizadora
en
términos de sumi-
nistro. Al menos no
inmediatamente.
“No ha habido
un efecto masivo
por el cierre de esas
plantas. La energía
nuclear representa
alrededor del 22%
de la producción energética de Ale-
mania. Así que cerrar ocho plantas es
considerable pero no daña la oferta de
energía”, refiere Mario Krebs, de la
oficina de Política Exterior de Materias
Primas y Energía de la Oficina de Asun-
tos Exteriores de ese país.
Georg Maue, de Aspectos Estraté-
gicos del Ambiente y la Energía, del
Ministerio Federal para el Ambiente, la
Conservación de la Naturaleza y la Se-
guridad Nuclear, coincide con él.
“Creemos que no habrá problema
(de aquí) hasta 2022 y que solo ne-
cesitaremos unos 8.1 gigavatios nuevos
que deberán ser instalados de aquí a
ese año. Desde nuestro punto de vista
no habrá problema para compensar
esa energía”, sostiene.
Los representantes aclaran eso sí,
que en los 10 años que quedan hasta la
fecha límite en la que la totalidad de las
plantas deberán ser apagadas el vacío de
producción dejado por dichas centrales
deberá ser compensado todavía en bue-
na medida por plantas a base de com-
bustibles fósiles como el gas natural.
Una fuente que aunque no es re-
novable la consideran menos conta-
minante que otras opciones, y sus
plantas, en términos de instalaciones,
más fáciles de edificar.
Aún así, la apuesta alemana pasa
porque, en el largo plazo, su matriz
energética se modifique completamente
y las energías renovables jueguen un
papel cada vez más preponderante.
En el centro de la
resolución germana es-
tá no solo el hecho de
los peligros de la ener-
gía nuclear, sino tam-
bién, entre otros cri-
terios, los costos ex-
ternos de los combus-
tibles fósiles, la incompatibilidad de la
matriz actual con la protección del medio
ambiente y la alta factura que representa
en este momento para el país importar el
70% de sus fuentes de energía.
Por eso, las autoridades proyectan
que para 2020 las energías renovables
representen 35% del total generado.
Una cifra que se elevaría hasta el 80%
en 2050.
La hoja de ruta pretende además
volver al sector más eficiente: para 2050
se espera una reducción del consumo
primario de energía de hasta un 50% y
una disminución del consumo de elec-
tricidad, para el mismo año, de 25%.
Eso sin contar que, en el apartado
medioambiental, la política pretende
una reducción sostenida y considerable
de los gases de efecto invernadero. To-
mando como base los valores de 1990,
Alemania proyecta para 2050 lograr una
disminución de entre 80% y 95% de
dichas emisiones.
El hecho de contar con una política
de energía más moderna y sostenible
tendría, según los cálculos oficiales, im-
pactos beneficiosos en la economía. Pa-
ra 2020, el sector habría creado al
menos 500,000 puestos de trabajo adi-
cionales ligados al sector; los ahorros en
términos de importación de fuentes
fósiles de energía rondarían anualmente
los 22,000 millones de euros; y el PIB
aumentaría anualmente alrededor de
20,000 millones de euros.
Claro que para lograr dichos ob-
jetivos, el país deberá realizar una fuerte
inversión que ayude no solo a cambiar la
base energética sino también las redes
de distribución.
Aunque Maue advierte que es difícil
dar una cifra para todos los sectores,
según él, Alemania deberá invertir al
menos 20,000 millones de euros úni-
camente para construir una base ade-
cuada para las renovables.
“Senecesita voluntadpolítica para
impulsar unprograma. Estudios que
muestrenel potencial, ymás voluntad
política para implementar lasmedidas.”
GEORGMAUE,
Ministeriodel Ambiente deAlemania
20,000
millonesdeeuros
necesitaráAlema-
niaparaconstruir
labasepara las
renovables.