Page 94 - EE-Octubre

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á
ó
ace cinco años, Jazmi-
na del Carmen Gur-
dián, originaria de El
Astillero, en Rivas, te-
nía la vida echa “un
nudo”, como ella misma dice.
“Mi mamá estaba enferma y mi
esposo, que es albañil, tenía rumbitos
(trabajitos), así que habían tres hijos y
una casa que mantener”, según re-
cuerda. En esa misma época, sus ve-
cinas también pasaban apuros.
Sin embargo, la suerte les cambió a
algunas en 2007. En ese año llegó a El
Astillero, una zona de playas al sur del
país, la bióloga Alma Chávez Narváez,
quien con el apoyo de la organización
Flora & Fauna Internacional y la Coo-
peración Alemana, comenzó a enseñar
a más de 10 amas de casa a reciclar
bolsas de plástico y luego tejerlas
echando mano de agujas número cero.
Así convirtieron bolsas sucias de
plásticos, de todos los tamaños, en la
materia prima de accesorios femeni-
nos: bolsos playeros, bolsos casuales,
cartucheras, monederos y cinchos.
“Esa labor tenía como objetivo evi-
tar la muerte de tortugas marinas,
porque estos son animales que suelen
confundir las bolsas plásticas con me-
dusas, su alimento. Al hacerlo las tra-
gan, se les quedan atoradas en el tórax y
mueren. Entonces, al reciclarlas eso se
evitaba, y se podían reutilizar, que era
nuestro otra meta”, destaca Chávez.
De manera que la decena de mu-
jeres se organizaron, conformaron la
Cooperativa Mujeres Tejiendo por la
Naturaleza y comenzaron a obtener
ingresos con el nuevo quehacer, ya
que Flora & Fauna compraba lo que
elaboraban.
Para entonces su producción total os-
cilaba entre 40 y 80 artículos al mes, por lo
que cada una recibía alrededor de $79.
Pero a inicios de 2009 el trueque acabó.
Pero la Fundación Centro Empresarial
Pellas les ayudó en 2010 a volverse autosuficientes. Con la
fundación y la ayuda de la embajada de los Países Bajos, las
mujeres ampliaron el grupo y totalizaron 21 tejedoras. Tras eso
organizaron comisiones para hacer rentable la labor.
Así que crearon una junta directiva, una comisión eco-
nómica, otra de control de calidad, otra de etiqueta, otra
mercadeo, ventas y promoción.
El quehacer tiene ahora más efectos “positivos” en la vida
familiar. “Ahora tengo más comodidad en mi casa, tengo una
cama que hace dos años no podía comprar y eso hace feliz a mis
hijos de 10 y cuatro años. O sea, tengo con que ayudar a mi
familia”, apunta Anielka Aguirre, tras indicar que a veces labora
también en la noche para garantizar más accesorios y con ello
más recursos económicos.
“Como cada una produce a su ritmo, trato de tejer rápido y
así logro $132 o más al mes”, señala Gurdián.
A futuro, todas se visualizan en una “gran empresa”,
vendiendo sus accesorios en proyectos de primer nivel como se
vislumbra Guacalito de la Isla, que espera recibir turistas con un
gasto diario de hasta $300 seis veces más de lo que gasta un
visitante extranjero actualmente en Nicaragua.
Por lo pronto, “hay que seguir trabajando por la naturaleza y
por nuestras familias”, puntualiza Aguirre.
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