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a encontramos en la fá-
brica, con las manos un-
tadas de pegamento, eti-
quetando cajas. “Disculpen
unos minutos, pero esta-
mos preparando un cargamento para la
exportación”, dice Irma Charur.
A un lado de la empresaria hay dos
filas de muñecos bebés que esperan
sobre la metálica banda corrediza. Sen-
tados de par en par, asemejan esperar la
salida de un vuelo.
Cuando entren en las cajas, viajarán
a Guatemala, Costa Rica, República Do-
minicana, Nicaragua y Honduras, o sal-
vadoreños nostálgicos les comprarán un
boleto hacia Estados Unidos.
Tras 41 años, las muñecas Roxana
son una marca salvadoreña posicionada
en toda la región. Sin duda, la temporada de Navidad y Fin de
Año se establece como la mejor para la firma.
“Hemos logrado un contrato con Walmart que nos hace
recuperar la presencia en toda Centroamérica”, dice Charur,
presidenta y fundadora de la compañía.
Industria Roxana “viene de donde asustan”. Hace 10 años se
separó de Tacoplast, la empresa madre, cuando la entrada
masiva de productos chinos derrumbó los precios y los ingresos
hasta en 60%.
Pero luego de tiempos difíciles Roxana se mantuvo a flote en
el mercado, con una apuesta de calidad que se mantiene hasta
hoy en día.
La prioridad comienza por buscar producto nacional
para cumplir con los estándares, como la resina de PVC. Por
lo demás, los moldes, ojos y mecanismos internos proceden
de España; el cabello de México, y la pintura atóxica, de
Estados Unidos.
“Es una muñeca sólida, que no se termina, que da la
sensación real de estar cargando a una bebé”, dice Charur, con
la convicción de que son capaces de ver las navidades de las
próximas tres décadas.
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