El Economista - junio de 2024

El Economista www.eleconomista.net Junio - Julio 2024 • 81 EL ECONOMISTA/CORTESÍA HOBBY + EN EL DIVÁN PERFIL Irma Cantizzano RETRATO Una vida en el limbo La llamada de Leila Guerriero (Anagrama, 2024) es un retrato de una sobreviviente de la dictadura argentina: Silvia Labayru, una de las tres mujeres que dio testimonio de los crímenes sexuales que cometieron los militares y que los llevaron a la cárcel. Ese fue el primer juicio de violencia sexual contra las secuestradas durante la dictadura que duró de 1976 a 1983; porque hasta 2010 “la violencia sexual formaba parte del rubro ‘torturas y tormentos’ …recién ese año se convirtió en un delito autónomo”. Guerriero la entrevistó durante casi dos años, así como a su entorno cercano, para construir un perfil lleno de matices y sobre todo sin juicio. Y así creó este libro que está escrito sin capítulos, y que lleva al lector desde la niñez de la protagonista, hasta la tortura en la picana, a la casa de su abusador, a conocer a sus amores y al geriátrico para ver a su padre. Un testimonio duro, y escrito de manera magistral, que se pudiera leer de corrido si el lector no necesitara tomar aire de vez en cuando para superar el dolor. Silvia, hija de un miembro de la fuerza aérea y piloto comercial y de una ama de casa moderna, muy moderna. Fue Montonera, que era uno de los grupos armados que luchaban contra la dictadura en Argentina. Con 20 años y estando embarazada fue secuestrada y llevada a la Escuela Mecánica de la Armada, (ESMA) uno de los mayores centros de detención clandestinos del ejército. “El 29 de diciembre de 1976, Silvia Labayru usaba un vestido acampanado blanco con rayas rojas y azules: ropa de embarazada…el secuestro no tuvo singularidades: la secuestraron, como a todos, de manera salvaje… Tenía la pastilla de cianuro y la pistola en el bolso, pero la aferraron desde atrás para que no pudiera tragar. Tragar. ¿Lo hubiera hecho? Cinco meses de embarazo”. En la ESMA fue torturada y tuvo a su hija en esa misma cama, donde le aplicaron descargas eléctricas. Ahí mismo fue obligada, es decir violentada de manera sexual por uno de los dirigentes del centro. A los tres meses de su secuestro, una llamada alertó a su padre de que su hija estaba viva, pero Silvia permaneció secuestrada durante año y medio, obligada a colaborar con los militares en diversas tareas como traducción y transcripción de documentos. En su última misión fue obligada a simular que era la hermana de un infiltrado en el grupo que buscaba a desaparecidos con las Madres de la Plaza de Mayo, misión que terminó con cinco personas desaparecidas. A su liberación Silvia se fue al exilio a España, pero fue rechazada por sus compañeros de lucha que la consideraban una traidora. Porque ellos confiaban en la máxima que los héroes mueren y los sobrevivientes traicionan. Sin sentirse parte de ellos, ni de los otros, permanentemente se sentía en “el limbo”. Incluso hoy, le cuesta formar parte de los testimoniales de los sobrevivientes, porque cuenta su historia de manera “desafectada” porque “no se le cae la lagrimita” esa que busLA AUTORA •Leila Guerriero es una periodista y autora argentina. Editora de la revista Gatopardo, colabora en diferentes medios de América Latina y Europa. Ha escrito Los suicidas del fin del mundo, Frutos extraños, Una historia sencilla, Palno americano, Opus Gelber, Retrato de un pianista, La otra guerra y Zona de obras. • can los de la foto, porque como ella misma dice: “Hay pudor de emocionarse frente a otro. De que, si se abre esa compuerta, puedas no parar de llorar nunca. Entonces hay siempre un mecanismo de autocontrol, y eso tiene que ver con la ESMA: ahí el que se descontrolaba estaba muerto”. Guerriero logra reconstruir un rastro único, con la voz de la protagonista y de aquellos que estuvieron cerca para entender una de las épocas más difíciles de la historia latinoamericana, lo que se sabe nunca es “cómo queda ella cuando el ruido de la conversación se acaba”. •

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