El Economista - Septiembre de 2023

80 • El Economista www.eleconomista.net Septiembre - Octubre 2023 HOBBY + EL DIVÁN NOVELA HISTÓRICA Irma Cantizzano RESEÑA Una voz liberada “Luz. Dolor. El dolor nació con la Luz”, así inicia la escritora danesa Anne Lise Marstrand-Jørgensen su novela biográfica Hildegarda (Lumen, 2021) que narra la vida de Hildegarda de Bingen, una de las mujeres que marcó el primer milenio. Marstrand-Jørgensen desengrana la particular infancia y vida de la que sería una de las místicas más respetadas del medioevo, que además fue escritora poeta y compositora; también fue feminista, bióloga y naturista. Hildegarda nació en 1098 en el sur de Alemania en el seno de una familia noble, fue enfermiza y débil, pero iluminada por la “Luz Viviente” que la llevó a ser una niña completamente diferente. Desde su nacimiento su familia decidió que si sobrevivía sería “entregada a la iglesia, pura y virgen”, y aunque la promesa se olvidó levemente cuando la niña empezó a caminar y hablar y demostrar que tenía una inteligencia superior, a pesar de no haber recibido la educación de sus hermanos varones. La sombra de dejar que Hildegarda fuera entregada a la iglesia volvía cada vez que se repetían los episodios de “iluminación” cuando la pequeña se sumía en sí misma y su mirada se perdía en el vacío. Al principio pensaban que era pura fantasía, pero el miedo se apoderaba de Mechthild su madre, sobre todo por si alguien se enteraba que esos episodios implicaban visiones, o que tenía sueños vívidos y premoniciones, entonces podían decir que no era un don divino, sino que provenía del mal. La autora que ganó con este libro el Premio de Literatura Weekendavisen (“Una novela histórica genuinamente original”) reconstruye con una narración exquisita, la dinámica familiar y el temor que implicaba en esa época tener un hijo diferente, la salvación vendría únicamente si se demostraba que era Dios la luz que la niña miraba. Y mientras eso se demostraba, era el silencio la única salvación. El dolor de ser mujer La época en que vivía Hildegarda era oscura, las niñas no valían, se iban de casa antes de los 15 para casarse con hombres de la edad de su padre; y si alguien las mancillaba ellas cargaban con el peso del pecado, eran culpables por haber permitido que robaran su honor; culpables de no haber gritado lo suficiente, culpables por no haber conseguido librarse del mal. Una de sus hermanas fue de esas “culpables”, y ese dolor convirtió a su madre Mechthild en otra mujer, no hay consuelo, ni fe que valga para la madre que perdió una hija torturada. Y el padre de la iglesia, no quiere escuchar sobre la historia, “la reprende por decir que fue un asesinato cuando nadie oyó a la muchacha pidiendo ayuda”. Ese hecho marcó a Hildegarda, mientras la decisión de sus padres de enviarla a una celda de un monasterio se materializaba. Disibodenberg fue su destino. La niña tenía tan solo diez años, cuando fue encerrada junto a la joven noble Jutta von Sponheim que quería ser ermitaña. “Día de Todos los Santos; hay que recordar los muertos , y Jutta y Hildegarda tienen que morir para este trágico mundo”… Pero esa “muerte” implicó a pesar de todo el despertar de la conciencia de Hildegarda y con los años de vivir de manera monacal, logró recuperar su voz silenciada por el miedo, discutió y luchó por dar a conocer sus visiones que después de convirtieron en grandes tratados por la doctrina de la iglesia… creó una orden de monjas (sus hijas) vestidas de blanco y sin velo, se hizo herbolaria y trataba a aquellos que llegaban buscando cura; habló con mujeres casadas y mayores que ellas para entender lo que en su mundo no entendía… Y así Marstrand-Jørgensen no solo retrata la vida de una mujer excepcional, sino que regala el retrato de una época completa. • •El libro está disponible en Internacional Libros y Regalos. LA AUTORA •Anne Lise Marstrand-Jørgensen es danesa, inició su carrera escribiendo poesía. Hildegarda fue su primer novela, también ha escrito la biografía novelada acerca de la Reina Margarita I de Dinamarca y la novela Lo que uno no sabe. EL ECONOMISTA/CORTESÍA

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