80 • El Economista www.eleconomista.net Julio - Agosto 2023 LIVING +CULTURA EXPOSICIÓN Por: Nerea González/ EFE Montecarlo Monet vuelve a Mónaco 140 años después del viaje que le reveló el color del Mediterráneo Muestra: “Les Villas à Bordighera”, del pintor Claude Monet, que forma parte de la muestra inédita “Monet en pleine lumière”. Cansado de los colores septentrionales, Claude Monet partió en tren hace 140 años a la costa mediterránea, a la Riviera, invitado por su amigo Pierre-Auguste Renoir. Allí, el maestro de los instantes eternos descubrió una nueva luz y los tonos del sur, que regresan ahora a Mónaco en una exposición inédita. Con cerca de un centenar de obras reunidas en el Forum Grimaldi de Montecarlo, “Monet en pleine lumière” (Monet a plena luz) abrió recientemente al público para tratar de convencer este verano a los miles de turistas que visiten el Principado de que, más allá del lujo y el automovilismo, miren también hacia Mónaco como lo hizo el genio impresionista a finales del siglo XIX. Para ello cuenta con dos grandes bazas. Por una parte, se trata de la muestra con mayor número de obras de Monet que jamás se haya realizado -algunas de hecho, no se habían exhibido nunca en público o solo muy raramente-, traídas desde lugares como París, Madrid, Sao Paulo o Los Ángeles. Por el otro, propone disfrutarlas juntas para revelar el papel que sus tres visitas a la Riviera -la franja de costa que se despliega entre el sur de Francia, Mónaco e Italia- jugaron en su evolución como pintor. “En la Riviera encuentra una luz que no conocía. Monet es un pintor del norte”, explicó a EFE Marianne Mathieu, comisaria de la exposición de Montecarlo y experta en el pintor nacido en París en 1840 y cuya infancia transcurrió en Le Havre, la ciudad portuaria en la costa grisácea de la región de Normandía. Impresionismo magistral Cuando Monet visita por primera vez la Riviera, en 1883, acababa de instalarse en Giverny (a unos 70 kilómetros al noroeste de París) y venía de una etapa en la que pintar Normandía no le había reportado el suficiente éxito. Su propio marchante, Paul Durand-Ruel, le había sugerido pintar cosas nuevas, por lo que acepta la invitación de su amigo Renoir de partir hacia el sur, dando pasó a una de sus etapas más prolíficas. Esa primera estancia en la costa la repetirá en 1884 y 1888, en una aventura que lo llevó, además de a Montecarlo, a lugares como la italiana Dolceacqua o a la francesa Antibes. Pero estos años son, sobre todo, una etapa que lo traslada de un impresionismo inicial a uno “magistral”, según resaltó Mathieu en la inauguración oficial de la muestra. “Monet va a ir hasta el final del impresionismo, sobre todo cuando viaja a Antibes en 1884. Él, que quería pintar la luz, decide empezar las series. De ahora en adelante pintará el mismo sujeto en momentos diferentes y eso es una cosa que solo Monet hará. Es realmente ir hasta los confines del impresionismo”, consideró la comisaria de la muestra estival del Forum Grimaldi, abierta hasta el 6 de septiembre. Playas, palmeras y olivos No solo la luz que encontró Monet junto al Mediterráneo era muy diferente, sino también los tonos: los rosas, los azules y otros colores suaves le descubren toda una nueva paleta que va a utilizar día tras día, transportando su caballete y sus lienzos de un punto a otro para capturar instantes eternos. “Es el color, yo diría, lo que va a conquistar a Claude Monet, es lo que se va a llevar de la Riviera, una pintura que jamás había producido”, reflexionó Mathieu. Los motivos que van a retratar los cuadros de Monet en la Riviera, por supuesto, también cambian: jardines de olivos y palmeras, villas y puentes italianos, perfiles de Montecarlo, playas francesas... Le impactó muy especialmente un jardín privado en la localidad italiana de Bordighera, cuya vegetación salvaje solo podía al principio admirar desde fuera, hasta que su dueño, Francesco Moreno -un comerciante que se había hecho rico con los olivos- le invito a pasar y convertirlo en su lienzo. De ahí salen cuadros como “Estudio de olivos” (1884) o “Madera de olivo en el jardín Moreno” (1884), pero probablemente también la inspiración de tener su propio jardín salvaje que se materializaría después en Giverny. La vegetación mediterránea, para él, era también exótica, aunque Monet, que necesitaba un paisaje fijo para apropiarse de su universo momentáneo de luz y colores, no acabó llevándose tan bien con el movimiento constante de las palmeras a merced del viento. “Eso es algo que no había anticipado y será una de sus grandes dificultades. Así que le gustaba todo, pero decía esta vegetación exótica no es para mí”, compartió la experta. •
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