Revista El Economista - enero 2020
El Economista www.eleconomista.net Enero - Febrero 2020 • 71 los últimos diez años, están en cons- trucción o está proyectada su con- clusión en el próximo quinquenio, lo que está cambiando fisonomía de la Gran Manzana. Origenyexpansión “Lo que necesitas para construir ras- cacielos es una economía en auge, una demanda de espacio, gente que quiere apiñarse en el mismo sitio y que está dispuesta a pagar unas rentas elevadas, que provocan un aumento del precio del suelo. Y es en ese terreno que Nueva York se ha mantenido extremadamente competitiva, reinventando su silueta una y otra vez y estirando el perfil de la isla”, dice a Efe Carol Willis, directora del Museo del Rascacielos. Willis cuenta como los rascacielos, que empezaron a levantarse en la úl- tima década del siglo XIX, ocuparon primero la zona del bajo Manhattan en torno a Wall Street, para ir subiendo en dirección norte hacia el medio Man- hattan hasta la calle 42 y la estación Grand Central, “donde un nuevo centro de desarrollo de los negocios comenzó a crecer, principalmente a partir de las guerras mundiales”. Eran edificios de oficinas y algunos de hoteles, “pero ahora los ras- cacielos con plantas residencia- les” constituyen “el nuevo cre- cimiento, una clase de edificios hiperlujosos, espectaculares, su- peraltos y superesbeltos que conforman la última década de desarrollo e innovación del perfil urbano de la ciudad”. Más allá del bajo y el medio Manhattan, donde siguen cre- ciendo los rascacielos amenazando al cielo, se levantan nuevas torres en la calle 57, junto a Central Park, y el nuevo y flamante barrio de Hudson Yards, que además de algunos de los últimos co- losos de acero y hormigón de la ciudad, alberga también, como es ya habitual en la política inmobiliaria de la ciudad un nuevo museo, El Shed y unos grandes almacenes. La maqueta de uno de uno estos rascacielos, el ubicado en el 56 de la calle Leonard, de 250 metros de altura, incluso se ha ganado un hueco en el museoMoMa, en cuya tienda se pueden encontrar todo tipo de souvenirs con la característica silueta o “skyline” de Nueva York. Sin embargo, para el periodista y escritor Sam Roberts, que acaba de publicar el libro “A History of New York in 27 Buildings”, sobre 27 edi- ficios emblemáticos de la ciudad, estos nuevos “rascacielos aguja de pi- sos residenciales son feos y ofensivos”. Si tuviera que elegir uno de ellos, confiesa, se quedaría con el situado en el 432 de Park Avenue, de 425 metros de altura, porque “me parece el menos ofensivo. Quizá porque es un poco más cúbico y menos esbelto. Quizá porque es más geométrico, o qui- zá porque es el que más tiempo lleva y me he acostumbrado a él”. Willis resume que los años 20 y 30 del siglo XX, representados en edificios co- mo el Christler y el Empire State —su favorito—son el reflejo de las inversiones bursátiles y de una “idea de modernidad, de que Nueva York se estaba inventando a sí misma como la capital del mundo, como la ciudad más grande del mundo, una capital de cultura”. El periodo posterior a las guerras mundiales se encarnó en el World Tra- de Center, “los edificios más altos y más grandes del mundo en términos de espacio” que reflejaban un “aumento de la confianza en la economía, pero también un exceso de confianza”. Los atentados del 11S y el fin de los rascacielos Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra las torres gemelas, “la mayoría de la gente predijo que no volvería a haber otro rascacielos en Nueva York, que la gente tendríamiedo de ocuparlos, que los banqueros no prestarían dinero porque sería muy arriesgado”. “Sin embargo, solo dos décadas des- pués tenemos un nuevo crecimiento”, dice Willis antes de comentar que después de 2009, pero sobre todo de 2012, con el arranque de la recu- peración de la crisis bancaria, la silueta de Nueva York comenzó a sufrir el cambio que todavía continúa hoy. En Nueva York, bromea Willis, se dan las mismas condiciones para el crecimiento de los rascacielos que en las Islas Galápagos para el desarrollo de los animales: Unas leyes espe- ciales, un mercado muy atractivo y muchos multimillonarios extranjeros que quieren invertir en estos “apar- tamentos trofeo”, que muchas veces nunca son habitados. En su libro, Roberts sostiene que los neoyorquinos dan forma a los edificios y que estos, mucha veces, acaban mol- deando a sus habitantes. Sin embargo, respecto a las nuevas “agujas, que contienen unos 10,000 apartamentos”, el periodista dice que no “afectarán a la personalidad de la ciudad”, a la esencia de susmás de ocho millones de almas. “Nueva York sigue siendo la misma, todavía sigue habiendo gente que viene aquí a tener éxito, a trabajar, a buscar una vida mejor para sus hijos (...), y eso no ha cambiado en 400 años”, subraya Roberts, para quien también el Empire State -por su belleza y su roman- ticismo- continúa siendo un icono de la ciudad, a pesar de haberse visto su- perado en altura por otros flamantes e imponentes rascacielos. /EFE • • Los rascacielos empezaron a levantarse en la última década del siglo XIX. 20 edificiosde300 metrosdealturao más sehanerigi- dodesde2010.
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